El entrenamiento y sistema inmunitario son dos elementos que van muy ligados.
Existen evidencias que apuntan a que el ejercicio intenso de larga duración favorece la inmunodepresión, en particular durante el periodo de recuperación tras el ejercicio. No obstante, actualmente son pocos los marcadores claros y concluyentes que nos permiten detectar los efectos de esa inmunodepresión. Uno de ellos es la IgA salivar, un tipo de anticuerpo habitual de las mucosas, que actúa como una de las primeras líneas de defensa ante los patógenos. Se ha visto que tanto un ejercicio prolongado como un entrenamiento intenso pueden disminuir los niveles de IgA salivares.
Por otro lado, varios estudios revelan que tanto el ejercicio agudo como crónico pueden alterar el número y la función de las células del sistema inmune innato en circulación, como neutrófilos, monocitos y células Natural Killer.
Además, a nivel de la inmunidad adaptativa, se sabe que durante el ejercicio e inmediatamente después del mismo, durante los primeros estadios de la fase de recuperación, se produce una linfocitosis que es proporcional a la intensidad y duración del ejercicio, con una reducción del número de células T (y en menor medida de células B con respecto a los valores pre-ejercicio. Posteriormente y dentro de las 24 horas tras el ejercicio, se recuperan los valores de reposo. La movilización de estos subgrupos celulares (T y B) está altamente influenciada por la acción de las catecolaminas, como respuesta del sistema nervioso a la demanda energética.
Efectos antiinflamatorios de la actividad física
La evidencia sugiere que existe un efecto protector del ejercicio ante la inflamación, que vendría mediado por la reducción de la grasa visceral y/o la inducción de citoquinas antiinflamatorias con cada sesión de ejercicio. Este efecto podría ser beneficioso para el organismo, en la prevención de enfermedades, teniendo en cuenta que la inflamación, sobre todo cuando es crónica, está implicada en la patogénesis de la resistencia a la insulina, ateroesclerosis, neurodegeneración y crecimiento tumoral.
Ejercicio y cáncer
Existe consenso sobre que el ejercicio protege contra algunos tipos de cáncer, quizás vinculado al componente inflamatorio de los procesos oncológicos. El entrenamiento mejora aspectos de la inmunidad antitumoral y reduce los mediadores inflamatorios. Sin embargo, todavía no se ha establecido la relación exacta que relacione los mecanismos inmunológicos e inflamatorios con la actividad física y la reducción del riesgo de contraer cáncer.
Comentarios y recomendaciones sobre entrenamiento y sistema inmunitario
En resumen, puede decirse que cada vez hay más interés en entender cuáles son los efectos del ejercicio en el organismo y en particular en el sistema inmunitario. Sin embargo, aún falta investigación que permita vincular los efectos celulares y moleculares que produce el ejercicio, en función de su intensidad, regularidad y tipo de actividad. Un exceso de ejercicio físico sin recuperación podría dar lulgar a sobreentrenamiento, y debemos cuidar eso.
Por esa razón, para aquellos que no estén acostumbrados, es preferible siempre empezar por realizar una actividad física moderada y regular, evitar las dietas milagro, ir avanzando progresivamente, creando hábitos positivos, monitorizando y controlando los cambios que se detecten en el organismo y llevar una dieta equilibrada y adaptada al tipo de actividad.
Referencias bibliográficas
WALSH NP et al., 2011. Position statement part one: immune function and exercise. Exercise Immunology Review, 17 pp. 6 – 63.
Peake JM et al., 2016. Recovery of the immune system after exercise. J Appl Physiol; [article in press] http://jap.physiology.org/content/early/2016/11/28/japplphysiol.00622.2016
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